31 ene 2008

Mirza Delibasic: El mago del baloncesto

Pocas veces la carrera deportiva de un genio estuvo tan reñida con su trayectoria vital por los trágicos azares del destino. Mirza Delibasic lo logró todo en una cancha de baloncesto, pero conoció el reverso más amargo y cruel de la vida: la soledad, el exilio, la enfermedad y la guerra. El destino, en su caso de jugador excepcional, se desentendió siempre de lo que significó su gloria.

Este mago nacido en el seno de una familia musulmana, religión que él nunca profesó, pasaría por algunos de los mejores equipos de Europa de su época, entre ellos el Real Madrid, donde ganó una Liga y dejó innumerables lecciones, su sello de jugador de grandes fundamentos, a los Corbalán, Brabender, Rullán y compañía.

Pero Mirza, ante que por sus títulos, por lo tangible, pasará a la historia del baloncesto por su concepción lúdica de este deporte. Pocos aleros han tenido su visión única del pase, pocos han estado tan comprometidos con su estética y pocos ha sabido conjugar de forma tan sublime el espectáculo con el rendimiento.

Él fue el inventor de esas asistencias mirando al tendido que en la década de los 80 interpretara de forma magistral un tal Magic Johnson en la NBA. Su pase a una mano en diagonal siempre fue una delicia porque este todoterreno, que lo mismo jugaba de base que de alero, siempre entendió que al público, además de victorias, había que devolverle la entrada en forme de goce estético.

Dicho todo eso, insisto: era mucho mayor su calidad humana. Abandonó el Madrid voluntariamente, en 1983, renunciando a un contrato en vigor. "Te dejo la plaza libre porque como extranjero necesitas un pívot", le dijo a Lolo Sáinz. "¿Qué indemnización quieres?", le preguntó días después el gerente del club.
"Ninguna: si no trabajo, no cobro. Sólo pido una cosa: ser socio del Real Madrid". Pagó un año en efectivo y dejó huella para siglos.

Este formidable producto de la cantera yugoslava, un paraíso que factura en serie jugadores de lujo, cuenta entre sus principales
logros el título europeo júnior en 1970 y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Moscu'80 con aquella lista interminable de jugadores formidables: los Dalipagic, Kicanovic, Cosic....Delibasic también fue dos veces campeón de Europa y campeón del Mundo con su país (160 veces internacional). Y sería el éxito olímpico en la capital de la URSS lo que le valdría jugar en un equipo que ya lo había ganado todo en el viejo continente: el Real Madrid. Aquí aterrizó en 1981 procedente del Bosna de Sarajevo (campeón de Europa, dos veces campeón de la Liga yugoslava y mejor jugador de su país en tres ocasiones), y extendió su palmarés con un campeonato liguero. En 1984, con todo lo que puede lucir un jugador en sus vitrinas, se retira por un grave accidente cerebrovascular en Italia, pero siguió unido de forma intermitente a su gran amor de siempre, el baloncesto, lo único que le dio satisfacciones en su atormentada existencia. Se hizo con el encargo, como patriota, de entrenar a la selección de Bosnia, ya independizada tras la guerra de 1992 . Regresó a Sarajevo para vivir en paz cuando sería allí, precisamente, donde se encontraría con la guerra.

De salud quebradiza reconocía su vida de excesos cuando la soledad acompañó al mito y la guerra se hizo insoportable. Su adicción al tabaco y al alcohol, a pesar de que la enfermedad le mando dos avisos en forma de embolias, tuvieron mucha culpa de ello. Al tercer susto, su cuerpo, estragado de tantas anomalías, ya no aguantó más al cáncer.

En la actualidad malvivía retirado de su pasión. Su mala situación económica, tanta como su salud, le obligaba a ejercer como abogado en Sarajevo. Se quedó sin nada en la cruenta guerra que asoló los Balcanes, motivo por el que sus veteranos camaradas de la Fundación del Real Madrid, con el ex seleccionador Lolo Sainz a la cabeza, le enviaban su agradecimiento en forma de dinero.El año pasado se realizó un partido de veteranos en su honor en la capital de este país para ayudarle y sus amigos le recomendaron que se viniera a vivir a España. Pero Mirza rechazó el ofrecimiento porque para él hubiese tenido el significado de ser un desertor privilegiado. «Sé que viviría mucho mejor en España, rodeado de grandes amistades pero ya me siento viejo para cambiar otra vez de residencia. Cuando volví de Alemanía a mi tierra nunca más quise tener el sentimiento de un exiliado», dijo el mismo hombre que practicando su pasión provocaba que sus compañeros se quedarán embobados mirando la velocidad en el manejo de la pelota, su gran amiga.

Como coronel del ejército bosnio, pese a que posteriormente se declaró un pacifista confeso, tuvo que abandonar varias veces su país perseguido. Una de ellas en una tragicómica huida desde el Aeropuerto de Sarajevo en pleno bombardeo junto con algunos jugadores de su equipo. En esa época, Mirza ya era un hombre maltratado que había perdido todo ilusión por la vida. «Me siento como si tuviera 120 años. Desde que empezó la guerra he envejecido 40 o 50 años». Estas palabras muestran que la cruel contienda le hizo mucho más daño que las dos embolias cerebrales que le colocaron al borde de la muerte. Porque Mirza necesitó de protección militar al ser considerado un traidor por la milicia serbia.

Se casó dos veces, curiosamente ambas con mujeres serbias. La primera de ellas vive en Belgrado con su hijo Dario (22 años y jugador actualmente del Bosna con un físico y unos movimientos muy parecidos al suyo), y la segunda, Slamica Suka, le acompañó junto a su otro hijo en el lecho de muerte cuando ésta le visitó.

Mirza Delibasic nació el 9 de enero de1954 en la ciudad bosnia de Tuzla y murió el 8 de diciembre de 2001 en Sarajevo.


Artículo de opinión publicado en el diario El Mundo el 9 de diciembre de 2001 y realizado por Ángel González.