27 feb 2008

El día que Vince Carter voló.


Con este título pongo a nombre a una de las jugadas más espectaculares que se han visto en el baloncesto olímpico, concretamente en los últimos años. Ocurrió en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 durante un partido de la primera fase que enfrentaba a la selección estadounidense con la selección francesa. Vince Carter durante un lance del jugo, corre el contraataque y salta de forma bestial sobre el francés Frederic Weis (actual jugador de Bilbao Basket), pívot de 2.18, lo que incrementa aún más el valor de esta jugada. Lo más impresionante es el momento del salto, el cual vuela literalmente por encima del gigantón francés, abriendo las piernas y pasando el propio Weis por debajo de Carter, ante la mirada estupefacta del público australiano y de los comprañeros de equipo de Carter, concretando en la figura de Kevin Garnett que felicitó efusivamente al jugador. Sin duda una postal para la historia del basket, plasticidad y potencia unidas en pos del espectáculo.

El principio del fin

Argentina, campeón olímpico y Serbia y Montenegro, mundial. El panorama internacional que disfrutamos hoy en día era impensable no hace mucho. Durante décadas nadie se atrevió a discutir el dominio estadounidense en esto de las canastas. Pero entre virtudes y esfuerzos de unos y defectos y errores de otros, la situación ha cambiado drásticamente. Y yo tuve la fortuna de conocer la fórmula secreta de la selección yugoslava que plantó cara a una depauperada tercera versión del Dream Team en los Juegos Olímpicos de Atlanta'96. Talento y disciplina, a partes iguales, igual a éxito.

Situémonos. 16 de junio de 1996. El legendario fotógrafo de esta publicación Juan Carlos Hidalgo y un servidor embarcamos en el aeropuerto Barajas rumbo a Belgrado, vía Zurich. El objetivo era realizar un reportaje con la selección olímpica yugoslava. La idea era 48 horas con Yugoslavia. La pesadilla del "Dream Team". Había que descubrir los secretos y métodos de trabajo de Zeljko Obradovic al frente de los Bodiroga, Djordjevic, Danilovic, Divac, Paspalj, Rebraca, Savic, Tomasevic, Loncar y compañía. Tras cuatro años fuera del concierto internacional por las sanciones de la ONU por la guerra de los Balcanes (91-95), los "plavi" habían reaparecido el verano anterior proclamándose campeones de Europa en Atenas en una final increíble con prórroga ante Lituania.


Sin visado en Zurich

Escala suiza... y problemón. ¡Nos tenemos que quedar en Zurich porque necesitábamos un visado para volar a Belgrado! Lógicamente, de nada valieron las caras de pena y drama que íbamos poniendo a todo interlocutor suizo que se nos cruzara. ¡Vaya movida! Taxi (¡qué adelantados estos suizos, que aceptan tarjetas!), un hotel y, como locos, a por el teléfono. "¿Zeljko? Soy Nacho Doria, de Gigantes. Oye, que no podemos llegar hoy. Estamos en Zurich porque no tenemos visado". "Tranquilo. El cónsul de allí es muy amigo mío. Llámame más tarde".


Sin mediar demasiadas palabras, el bueno de Hidalgo y yo afrontamos una tarde en Zurich sin saber como íbamos a salir de allí. Cruzamos el río Limmat por todos los puentes por todos los puentes habidos y por haber; tratamos de colarnos en un concierto de Zucchero en un parque enorme (sin éxito, tuvimos que conformarnos con "oírlo"); un garbeo para ver el ambiente de la estación de trenes; dimos cuenta de una suculenta tabla de quesos... y "vamos a llamar a Zeljko". "No problema. Ir mañana al consulado, preguntar por el señor "Talvic" que ya está avisado que vais". "Muchas gracias Zeljko, espero verte mañana".

Madrugón y directos al consulado serbio. El vuelo hacia Belgrado salía a mediodía... y había que cogerlo como fuese. Llegamos allí a las ocho de la mañana, doblamos una esquina y nos topamos con una muchedumbre inmensa pegada a las verjas del edificio esperando que alguien de dentro se asomase para agitar todo tipo de papeles- "¡¿Cómo vamos a entrar ahí?!". No me pregunten: a las diez y media estábamos azuzando al taxista para llegar a tiempo al aeropuerto con nuestro sellito en el pasaporte.


Llegada a Belgrado

Por fin, Belgrado. Hotel Intercontinental, que tiene toda la pinta de haber sido testigo de todo tipo de reuniones, confabulaciones e intrigas. Soltamos las bolsas y nos vamos al histórico pabellón Pionir al entrenamiento vespertino. Ahí están. Divac, que terminaba ese verano siete años de relación con los Lakers y andaba preocupado con la carrera profesional como actriz de su esposa, fajándose y curtiendo a Rebraca, que acababa de jugar su primer año en el extranjero, con el Benetton. El "benjamín" Bodiroga, recién fichado por el Real Madrid, trabajando y divirtiéndose por hacer la filigrana más alucinante con Danilovic, al que Pat Riley, tras su año rookie con los Miami Heat, le dio un papelito con dos palabras antes de las vacaciones: "All Star". Muchas estrellas reunidas, pero en el entrenamiento parecían jóvenes en busca de una oportunidad.

Sasha Djordjevic, que pocos meses después saldría escaldado de los Blazers para recalar en el Barça, estaba en la banda recuperándose de una tendinitis y nos aportó una primera clave para comprender los continuos éxitos serbios. "Todos somos protagonistas en nuestros equipos. Durante la temporada, tenemos muchos momentos para sobresalir. Pero cuando llegamos a la selección, todos tenemos el mismo objetivo: ganar. Obradovic da mucha confianza a los jugadores. Pero cuando grita, todos escuchamos porque sabemos que hay algún error o algo importante está pasando".

Pero la fórmula mágica, tan sencilla como letal, nos la ofreció poco después nuestro "salvador" Obradovic tomando un café en el hotel. "Talento y disciplina. Gracias a esos dos factores ganamos el oro en el Europeo. Existe una gran química ya que nadie piensa en su propio juego. Siempre el grupo. Esta gente son amigos. Amigos de verdad ¿sabes? Son muy listos y saben que fuera de la cancha es una historia, pero que dentro es otra y hay un jefe que manda".


Aquel reportaje se llevó a cabo cuando faltaba un mes para la cita olímpica en la ciudad de la Coca Cola. Después, todo se fue desarrollando bajo el guión previsto. Desde Gigantes, inmersos en una nueva mudanza, seguimos atentamente todo lo concerniente a Yugoslavia.

Invictos en la primera fase (Australia, Brasil, Puerto Rico, Grecia y Corea del Sur). Paseo en cuartos de final ante China (128 - 61) y un Danilovic imperial acabó con Lituania en semifinales (66 - 58). Llegaba el partido deseado. Sábado 3 de agosto. Yugoslavia contra Estados Unidos en la final olímpica. ¡Y durante los primeros diecisiete minutos de juego, tras siete canastas sin fallo de Paspalj, las huestes de un desorientado Lenny Wilkens fueron por detrás en el marcador! Ni la baja por lesión de Savic (esguince de tobillo en la semifinal) ni la eliminación de Divac al poco de arrancar la segunda mitad (aún no se jugaban cuartos) desanimó a los balcánicos. Sólo sucumbieron (95 - 69) ante el acoso y derribo del arsenal de pivots americanos: con Robinson a la cabeza (28 puntos), Shaq, Olajuwon, Karl Malone... Pero fue el primer susto al orden establecido.

Más tarde, llegarían nuevos episodios de esta revolución internacional. El cierre patronal dejó claro que sin estrellas NBA no podía salir de casa (bronce en el Mundobasket'98). El "no triple" de Jasikevicius en la semifinal de Sydney'00. Y, finalmente, triple batacazo en el Mundial de Indianapolis'02 (Argentina, Yugoslavia y España) y humillación en la semifinal olímpica de Atenas'04 ante Argentina. Un largo camino. Pero los pioneros sabían la fórmula desde hace tiempo: talento y disciplina.

Nacho Doria (Especial Gigantes nº 1000)

Tom Chambers: el Ave Fénix

Este video representa uno de los mates más devastadores de la historia de la NBA. El jugador que lo ejecuta es el mítico Tom Chambers, alero de raza blanca que destacó sobremanera en los años 80 y principios de los 90 en Seattle y principalmente en los Phoenix Suns. Durante su carrera promedio 18 puntos y 6 rebotes por partido convirtiéndose en uno de los aleros más completos de su época, con un gran ratio de tiro, aunque su característica fundamental era la penetración a canasta. Gozaba de un físico extraordinario, medía 2.06 a lo que se le unía unas capacidadades atléticas tremendas, que le convertían en todo un señor del mate. Entre sus grandes logros, destacan cuatro participaciones en el all-star, siendo mvp en el de 1987 y mantener promedios de más de 20 puntos por partido en casi 5 temporadas consecutivas. Su jugada más conocida es la que que voy exponer ahora. Sucedió en un partido entre los Phoenix Suns del propio Tom y los New York Knicks. Tom Chambers sale en contraataque junto a un compañero recibe la bola de él y se eleva portentosamente por encima del aro hasta machacar de foma brutal sobre el contrario, en este caso Mark Jackson. Para la historia quedará ya esta increíble jugada, que prueba que en algunos jugadores la canasta se queda muy pequeña. Gracias a esta acción el de Utah ha pasado a la historia, ya que, su nombre va irremediablemente unido a esta jugada.

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