Extrovertido, divertido, sin pelos en la lengua, y con mucho, pero mucho talento, El Loco forjó una personalidad única, y de muy joven se convirtió en una de las promesas del básquet argentino, allá por 1983, cuando el gran León Najnudel lo reclutó y se lo llevó con sólo 17 años a jugar en el CAI Zaragoza de la Liga española. Sin embargo, esta experiencia le jugaría en contra a Montenegro, ya que al no poder obtener la ciudadanía para no ocupar la plaza extracomunitaria, sólo se entrenaba, lo que lo llevó a conocer la noche, y de ahí las adicciones, entre las que se topó con la temible cocaína.
“Yo puedo decir que volví de la muerte”, aseguraría tiempo más tarde, luego de superar su adicción a la droga. Pero en ese momento, la situación era tan gris para el joven que, luego de que el equipo le diera la espalda, decidió regresar a su ciudad natal para jugar en Villa Mitre y, más tarde, en Olimpo. Pero la vida tenía revancha, y le dio una segunda oportunidad cuando, en 1987, Dale Brown, descubridor de Saquille O’Neal, lo vino a buscar a Santa Fe para llevárselo a probar suerte en la NCAA (Liga Universitaria de los Estados Unidos) en Louisana State, en donde además estudiaría Administración de Empresas. Una lesión lo marginaría del equipo justo antes de empezar la Conferencia, y tras rechazar una oferta de 160 mil dólares para jugar una temporada en Philadelphia (su representante le sugirió que pidiera 600 mil), emigró a Puerto Rico, con su esposa y una pequeña hija.
Una historia muy rica es la de este ala-pivot de más de dos metros de altura, lleno de extravagancias y locuras, a tal punto de ir a comprar un auto escarabajo para su esposa y volverse con un colectivo, o de dedicarle el haber sido elegido el Jugador Más Valioso del Séptimo Juego de las Estrellas con un sutil “hijo de mil” puta a Vecchio, quien en ese entonces lo había marginado de la Selección para los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995. Todo un personaje Montenegro. Participó en el Mundial de 1986 y resignó dos más y un Juego Olímpico “por defender ideales”, y hasta llegó a declarar que “en la Liga te mandan un discurso moralista pero en los Play off se termina todo. Te dicen ‘yo puse plata y quiero ganar. Si tenés que tomarte una línea de merca o infiltrarte para ganar, hacelo’”. Sin titubeos a la hora de poner las cartas sobre la mesa: “Dejé de gozar el básquet cuando me di cuenta que era una prostituta del sistema”, denunció. Cuando se encontraba en el campamento de los Sixers de la NBA, donde estuvo seis meses, compartió habitación con Charles Barkley: “El gordo arrancaba de noche y se armaba unas caravanas de novela. Llegaba con unos pedos tremendos a las cuatro de la mañana. Yo lo tenía que despertar a las seis para que saliera a correr, ya que tenía problemas con el peso, y el equipo lo multaba por cada libra que aumentaba”. De su experiencia en Estados Unidos, Montenegro asegura que la vida de algunos jugadores profesionales es tremenda: “Diego es Bambi al lado de Michael Jordan, sólo que a él el sistema lo ayudó”, asegura.
En fin, la vida de Hernán, como la de todo talentoso deportista que adquiere fama y dinero rápidamente, tuvo picos muy marcados: desde ser elegido Jugador Más Valioso en 1995 a ser sancionado ocho meses por consumir droga; de jugar en Italia, Venezuela y hasta Estados Unidos a participar en el TNA donde se fue por falta de pago; y hasta quedarse en el entretiempo durante un partido por sentirse deprimido. Pero siempre respetó códigos que según él le enseñó la calle, no el básquet. Si hasta rechazó una oferta de 500 mil dólares para jugar en Dallas Mavericks porque ya había firmado con Estudiantes de Bahía Blanca. Montenegro, una perla del básquet argentino que podría haber llegado mucho más lejos, es cierto, pero que vivió siempre a su manera y sin perjudicar a nadie, y que siempre actuó sin careta y sin casete.
Extraído del blog eldeportehacehistoria.blogspot.com (Argentina)