29 feb 2008
NBA fights: el lado oscuro del basket
28 feb 2008
27 feb 2008
El día que Vince Carter voló.

Con este título pongo a nombre a una de las jugadas más espectaculares que se han visto en el baloncesto olímpico, concretamente en los últimos años. Ocurrió en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 durante un partido de la primera fase que enfrentaba a la selección estadounidense con la selección francesa. Vince Carter durante un lance del jugo, corre el contraataque y salta de forma bestial sobre el francés Frederic Weis (actual jugador de Bilbao Basket), pívot de 2.18, lo que incrementa aún más el valor de esta jugada. Lo más impresionante es el momento del salto, el cual vuela literalmente por encima del gigantón francés, abriendo las piernas y pasando el propio Weis por debajo de Carter, ante la mirada estupefacta del público australiano y de los comprañeros de equipo de Carter, concretando en la figura de Kevin Garnett que felicitó efusivamente al jugador. Sin duda una postal para la historia del basket, plasticidad y potencia unidas en pos del espectáculo.
El principio del fin
Situémonos. 16 de junio de 1996. El legendario fotógrafo de esta publicación Juan Carlos Hidalgo y un servidor embarcamos en el aeropuerto Barajas rumbo a Belgrado, vía Zurich. El objetivo era realizar un reportaje con la selección olímpica yugoslava. La idea era 48 horas con Yugoslavia. La pesadilla del "Dream Team". Había que descubrir los secretos y métodos de trabajo de Zeljko Obradovic al frente de los Bodiroga, Djordjevic, Danilovic, Divac, Paspalj, Rebraca, Savic, Tomasevic, Loncar y compañía. Tras cuatro años fuera del concierto internacional por las sanciones de la ONU por la guerra de los Balcanes (91-95), los "plavi" habían reaparecido el verano anterior proclamándose campeones de Europa en Atenas en una final increíble con prórroga ante Lituania.
Escala suiza... y problemón. ¡Nos tenemos que quedar en Zurich porque necesitábamos un visado para volar a Belgrado! Lógicamente, de nada valieron las caras de pena y drama que íbamos poniendo a todo interlocutor suizo que se nos cruzara. ¡Vaya movida! Taxi (¡qué adelantados estos suizos, que aceptan tarjetas!), un hotel y, como locos, a por el teléfono. "¿Zeljko? Soy Nacho Doria, de Gigantes. Oye, que no podemos llegar hoy. Estamos en Zurich porque no tenemos visado". "Tranquilo. El cónsul de allí es muy amigo mío. Llámame más tarde".

Sin mediar demasiadas palabras, el bueno de Hidalgo y yo afrontamos una tarde en Zurich sin saber como íbamos a salir de allí. Cruzamos el río Limmat por todos los puentes por todos los puentes habidos y por haber; tratamos de colarnos en un concierto de Zucchero en un parque enorme (sin éxito, tuvimos que conformarnos con "oírlo"); un garbeo para ver el ambiente de la estación de trenes; dimos cuenta de una suculenta tabla de quesos... y "vamos a llamar a Zeljko". "No problema. Ir mañana al consulado, preguntar por el señor "Talvic" que ya está avisado que vais". "Muchas gracias Zeljko, espero verte mañana".
Madrugón y directos al consulado serbio. El vuelo hacia Belgrado salía a mediodía... y había que cogerlo como fuese. Llegamos allí a las ocho de la mañana, doblamos una esquina y nos topamos con una muchedumbre inmensa pegada a las verjas del edificio esperando que alguien de dentro se asomase para agitar todo tipo de papeles- "¡¿Cómo vamos a entrar ahí?!". No me pregunten: a las diez y media estábamos azuzando al taxista para llegar a tiempo al aeropuerto con nuestro sellito en el pasaporte.
Por fin, Belgrado. Hotel Intercontinental, que tiene toda la pinta de haber sido testigo de todo tipo de reuniones, confabulaciones e intrigas. Soltamos las bolsas y nos vamos al histórico pabellón Pionir al entrenamiento vespertino. Ahí están. Divac, que terminaba ese verano siete años de relación con los Lakers y andaba preocupado con la carrera profesional como actriz de su esposa, fajándose y curtiendo a Rebraca, que acababa de jugar su primer año en el extranjero, con el Benetton. El "benjamín" Bodiroga, recién fichado por el Real Madrid, trabajando y divirtiéndose por hacer la filigrana más alucinante con Danilovic, al que Pat Riley, tras su año rookie con los Miami Heat, le dio un papelito con dos palabras antes de las vacaciones: "All Star". Muchas estrellas reunidas, pero en el entrenamiento parecían jóvenes en busca de una oportunidad.
Sasha Djordjevic, que pocos meses después saldría escaldado de los Blazers para recalar en el Barça, estaba en la banda recuperándose de una tendinitis y nos aportó una primera clave para comprender los continuos éxitos serbios. "Todos somos protagonistas en nuestros equipos. Durante la temporada, tenemos muchos momentos para sobresalir. Pero cuando llegamos a la selección, todos tenemos el mismo objetivo: ganar. Obradovic da mucha confianza a los jugadores. Pero cuando grita, todos escuchamos porque sabemos que hay algún error o algo importante está pasando".
Pero la fórmula mágica, tan sencilla como letal, nos la ofreció poco después nuestro "salvador" Obradovic tomando un café en el hotel. "Talento y disciplina. Gracias a esos dos factores ganamos el oro en el Europeo. Existe una gran química ya que nadie piensa en su propio juego. Siempre el grupo. Esta gente son amigos. Amigos de verdad ¿sabes? Son muy listos y saben que fuera de la cancha es una historia, pero que dentro es otra y hay un jefe que manda".

Aquel reportaje se llevó a cabo cuando faltaba un mes para la cita olímpica en la ciudad de la Coca Cola. Después, todo se fue desarrollando bajo el guión previsto. Desde Gigantes, inmersos en una nueva mudanza, seguimos atentamente todo lo concerniente a Yugoslavia.
Invictos en la primera fase (Australia, Brasil, Puerto Rico, Grecia y Corea del Sur). Paseo en cuartos de final ante China (128 - 61) y un Danilovic imperial acabó con Lituania en semifinales (66 - 58). Llegaba el partido deseado. Sábado 3 de agosto. Yugoslavia contra Estados Unidos en la final olímpica. ¡Y durante los primeros diecisiete minutos de juego, tras siete canastas sin fallo de Paspalj, las huestes de un desorientado Lenny Wilkens fueron por detrás en el marcador! Ni la baja por lesión de Savic (esguince de tobillo en la semifinal) ni la eliminación de Divac al poco de arrancar la segunda mitad (aún no se jugaban cuartos) desanimó a los balcánicos. Sólo sucumbieron (95 - 69) ante el acoso y derribo del arsenal de pivots americanos: con Robinson a la cabeza (28 puntos), Shaq, Olajuwon, Karl Malone... Pero fue el primer susto al orden establecido.
Más tarde, llegarían nuevos episodios de esta revolución internacional. El cierre patronal dejó claro que sin estrellas NBA no podía salir de casa (bronce en el Mundobasket'98). El "no triple" de Jasikevicius en la semifinal de Sydney'00. Y, finalmente, triple batacazo en el Mundial de Indianapolis'02 (Argentina, Yugoslavia y España) y humillación en la semifinal olímpica de Atenas'04 ante Argentina. Un largo camino. Pero los pioneros sabían la fórmula desde hace tiempo: talento y disciplina.
Nacho Doria (Especial Gigantes nº 1000)
Tom Chambers: el Ave Fénix
Video:
26 feb 2008
Los 8 tipos de jugadores en las pachangas
Especie: Tirahastalaszapatillus Maximus
Comportamiento característico: Lanzar la bola a la canasta. Prontito y a menudo.
Marcas Distintivas: Si lleva una "manga" (por ejemplo: lo que llevan AI, Carmelo...etc. en el brazo), y/o una camiseta réplica de
Enemigos Naturales: Los otros cuatro tíos de su equipo.
Grito de apareamiento: "¡Eso entra!" (Clank)
Es un chaval muy seguro de si mismo. En eso tienes que estar de acuerdo. Fallará cinco seguidas, pero sabe que la sexta va a entrar. Y también la séptima. Y la octava. Y la decimoquinta. No es que el “quiero-ser-como-Iverson” no deba tener la bola -de hecho suele ser el que mejor la maneja de todos-, o que mejor que hiciese bloqueos, o buscase el rebote, o intentase ir bajo el aro (es demasiado bajo para ello). No, el problema con el “quiero-ser-como-Iverson” es el mismo problema que le pasa al verdadero Allen Iverson: El solo puede meter o sacar a tu equipo del partido. En este caso, suele ser sacarlo.
Con un estilo ciertamente guapo, el “quiero-ser-como-Iverson” suele empezar el partido muy fuerte, chuleando a su defensa con un par de espectaculares canastas en 1x1 (uno contra uno). Y hasta ahí. Concretamente hasta que el otro equipo se da cuenta. Entonces le persigue, le presiona, le hace 2x1. Eso deja a montón de tíos solos en las esquinas y bajo la canasta. Mueven las manos, dan palmadas. Lástima que el “quiero-ser-como-Iverson” no pasa. Sigue tirando, un tiro presionado tras otro, decidido a enseñar su talento, lo especial que es, su carácter imparable. Sus compañeros primero se enfadan, luego se vuelven vagos. Pasan de correr, de defender, ni siquiera correrán el contraataque ni intentarán meter canastas fáciles tras rebote.
Todo esto reafirma al “quiero-ser-como-Iverson” en lo que hace, hasta el punto que tirará hasta las zapatillas: antes o después, incluso el otro equipo se cabreará. El final suele ser de los peores posibles, el tipo de partido acabado, donde los jugadores se piran cabizbajos del campo con los brazos en jarras, murmurando cabreados, incluso antes de que se acabe el partido.
(Nota: para ser justo, se debe indicar que el quiero-ser-como-AI se digna a pasar al menos una vez en cada partido. Desgraciadamente, dicho pase suele ser un pase en espiral (n.del.t: corkscrewing se refiere al pase de futbol americano en el que la bola gira sobre si misma como un sacacorchos), a 180 kph, sin mirar, desde
Especie: Homo Superior.
Comportamiento Característico: Anotar cuando quiere, haciendo que sus oponentes parezcan cuatro peldaños por debajo.
Marcas Distintivas: Una mirada de aburrida indiferencia, sazonada con satisfechas sonrisas de autosuficiencia.
Enemigos Naturales: Ninguno. “El Que Es Demasiado Bueno” intimida, no inspira miedo.
Grito de apareamiento: "¡Bola!"
Él es lo más cerca que estarás nunca de jugar con Kobe Bryant. Y no de la manera que mola. “El Que Es Demasiado Bueno” es justo eso: muuuuucho mejor que cualquier otro en la cancha, tanto que parece venir de otro planeta, una lejana galaxia cuyos habitantes miden todos 2,13 y controlan esferas naranjas con el poder de su mente. A lo mejor ha jugado en Segunda, a lo mejor ha jugado en Primera. (Y como sea un ex-profesional, no te equivoques como mucho se está esforzando al 5%. Lo sé porque una vez gané a Isiah Thomas y otro tipo en un partido 2 contra 2 en mi gimnasio; Zeke estaba definitivamente más interesado en controlar su teléfono móvil que en controlarme a mí).
La cuestión es: Ir contra “El Que Es Demasiado Bueno” es sencillamente injusto. Irrisorio diría. ¿Intentas defenderle al hombre? Vas a echar algo desde tus entrañas más oscuras y profundas, uno de esos músculos del bajo vientre que ni siquiera sabías que tenías, hasta que estalla como un trozo de carbón candente que te hace dudar si tu apéndice ha reventado ya. ¿Crees que estás solo para un tiro? “El Que Es Demasiado Bueno” te alcanzará como un guepardo lo haría con un ñu que cojea, y entonces hará desaparecer el balón de en medio del aire. Con ambas manos.
Por darle un poco de vidilla, o bien para no dormirse, “El Que Es Demasiado Bueno” a menudo se relaja -tira con la zurda, defiende solo con las piernas, se dedica sólo a rebotear o pasar durante largos periodos de tiempo-. Lástima que nada de esto importe. Cuando el partido se decida, “El Que Es Demasiado Bueno” invariablemente meterá la canasta ganadora, rápido y con facilidad, como si los cinco tíos que intentan pararle desesperadamente fuesen cinco conos de tráfico.
¿Lo peor de todo? Que jugar contra “El Que Es Demasiado Bueno” es descorazonador, pero jugar en su equipo te hace sentir directamente como un fantasma: Puedes quedarte en la cancha hasta que apaguen las luces, pero aún así te vas a sentir menos involucrado en el partido que los que lo miran desde fuera.
Especie: Cometofaltus Alteradus.
Comportamiento Característico: Protestar todas y cada una de las faltas como si fuera el 7º partido de las putas finales de
Marcas
Enemigos Naturales: Cualquiera que prefiera jugar baloncesto en vez de pasar el rato viendo a alguien enseñar los sutiles matices de la regla de campo atrás. Cualquiera que tenga que estar en otro sitio en las próximas tres horas.
Grito de Apareamiento: "¡Bola!, ¡Bola! ¡Vamos!.....¿¡¡Pero que dices!!? ¡Eso no es falta!"
El “Rasheed del Parque” nunca ha cometido una falta en toda su vida. Pregúntale. Pensándolo mejor, no le preguntes. Mejor no digas nada. ¿Que te sangra la rodilla? ¿Te ha arrancado un miembro? Muérdete la lengua. Por Favor. Porque una vez que hayas abierto la boca para protestar alguno de sus golpes -ay amigo, acabas de cruzar el Rubicón, has abierto la caja de Pandora, has soltado a los perros, has invitado al Diablo y a su violín de Oro a que baje a Georgia. Apaga las luces, que viene el Coco-.
El “Rasheed del Parque” se toma cada falta en contra como una afrenta a su masculinidad, a su familia, al honor del Templo Shaolín. Y te lo va a hacer saber. Siempre. Cogerá la bola, parará el partido, ladrará y gritará, suplicará e intentará convencerte. Señalará con el dedo. Mucho. Sujetando la bola como si tuviese dentro los códigos de lanzamiento de los mísiles nucleares, discutirá su falta con la determinación de un abogado en un juicio, el fervor de un telepredicador, la solidez de un boxeador. Y peleará 13 asaltos, listo para noquearte.
El “Rasheed del Parque” nunca ha arbitrado un partido en su vida, pero créele: Él tiene razón, tú estás equivocado, el sol sale por el Este y esta evidentemente estúpida falta -esta lacerante injusticia de proporciones cósmicas- no se va a pitar. Punto.
Como no estés de acuerdo, se llevará la pelota que es suya y no jugáis más. De hecho, a veces la pelota sí es suya.
Por supuesto, el “Rasheed del Parque” va a pitar mogollón de faltas en contra tuya. Sin ver nada malo en ello.
Aunque es tentador calificar al “Rasheed del Parque” como un tonto bocazas que se toma las pachangas demasiado en serio -sobre todo porque suele ser un tonto bocazas que se toma las pachangas demasiado en serio- lo cierto es que su psicosis es fácil de entender. Él quiere ganar, con todas sus fuerzas, y sabe que cada falta puede potencialmente acabar siendo decisiva. Une eso a la costumbre de las pachangas de que cada uno pita sus propias faltas -por no mencionar el código de hombres que rige esa costumbre - y obtienes que no es ninguna sorpresa que el “Rasheed del Parque” sea tan insoportable.
No es un macarra ni intenta quedar por encima de ti. Al menos no conscientemente. Realmente cree que es inocente. Por conseguir la victoria, se vuelve loco y se toma alguna pastilla "yo-no-he-sido" de fabricación propia.
Lo que convierte en absurdo enfrentarse a él, es que en las pachangas no hay el equivalente a pitar una técnica.
Especie: Agarronus Codazus.
Comportamiento Característico: Cometer contacto físico totalmente fortuito y absolutamente involuntario. Eso sí, durante todo el partido.
Marcas Distintivas: Coderas, rodilleras, cicatrices producto de operaciones.
Enemigos Naturales: Los contraataques, el espacio alrededor del aro, tendones de Aquiles deshilachados.
Grito de Apareamiento: ¿Qué?, ¿qué? Vamos, sigue jugando.
No salta, ni esprinta, ni tiene desplazamiento lateral. Pero aún así, todavía no se ha pasado al golf. Como cuando Andrés Gómez venció a un André Agassi de 19 años en un Roland Garros de hace mucho, el “Sucio Viejales” supera los estragos de la edad y/o la perdida de los ligamentos originales de la rodilla, con grandes dosis de sabiduría y astucia, siempre y cuando por sabiduría y astucia consideremos precisos golpes de kárate a tus lumbares.
Un maestro de las artes oscuras del juego, el “Sucio Viejales”, hace todas esas cosas desagradables que se pitarían en una competición oficial pero nunca contarían como falta en una pachanga normal y corriente.
Hazle un crossover y te pegará un rodillazo en el muslo; levanta los brazos cuando le defiendes al poste y te llevarás un bonito codazo cuando se de la vuelta; échale con el cuerpo en el rebote y castigará tu insulto, clavando un antebrazo en tu nuca mientras usa tu hombro como eficaz trampolín hacia el balón.
Aunque juega bien bajo el aro, no es desconocedor de las artes del manotazo, el agarrón de camiseta y el bloqueo chungo y en movimiento (empujándote con ambas manos, por supuesto, antes de darse la vuelta y meter dos puntos fáciles). Lo que sea con tal de seguir siendo competitivo.
Aún así, el “Sucio Viejales” no es ningún paquete.
Normalmente es un jugador sólido, el típico que siempre mete los tiros cuando está solo. Lo que pasa es que su cuerpo ya no puede ir a la velocidad de su mente; ha perdido agilidad pero conserva un fervoroso deseo de ganar. Así que lo compensa a menudo con una buena leche en el plexo solar. (¿Te ha gustado mi codazo?, es que hay que hacer lo que sea con tal de robar una bola.)
El “Sucio Viejales” no te intenta lesionar -es demasiado honrado para eso- pero te va sacar de tus casillas. Y eso es justamente lo que quiere, porque cuanto más te preocupes por su siguiente hachazo a tus costillas, menos capaz serás de sencillamente superarle en velocidad. De este modo, la mejor defensa contra sus tácticas es no defenderle; en vez de eso, pilla al tipo más viejo de tu equipo para que se empareje con él, y dejad que los dos viejos machos dominantes entablen una encarnizada lucha hasta que se ponga el sol siguiendo sus inevitables instintos. Instintos que vienen a ser una hostia como las que daban los Knicks del 93 en cada jugada.
(Por cierto: recuerda que el “Sucio Viejales” serás tú dentro de unos 10 años. O quizá antes, en función de cuantos anti-inflamatorios te tengas que tomar tras un partido de los buenos. Así que tenle un poco de compasión).
Especie: Camisetus Pegadus Rapidamentis
Comportamiento Característico: Transpiración a mogollón.
Marcas Distintivas: Rodales en la ropa (marcas de sudor a la altura del sobaco), un brillo como de cera por todo el cuerpo.
Enemigos Naturales: El algodón seco, agarrar firmemente la bola, pisar con estabilidad si se cae al suelo. Pérdida electrolítica.
Grito de Apareamiento: ¡Arf!, ¡Pfuuff!, ¡Arf!
Es, esencialmente y sobre todo, una bestia peluda. Una bestia peluda y húmeda; su superficie está más guarra que la alfombra de un piso de estudiantes, incluso más de lo que estaría la de un bebé de foca sumergido en petróleo.
“El Cerdo Sudoroso” transpira igual que cualquier otra persona, es solo que lo que suelta nunca se evapora -ni en un pabellón con aire acondicionado, ni bajo el abrasador sol de una tarde de Agosto- nada de eso.
La mayor parte de su humedad se adhiere con firmeza, remansando como el agua de lluvia en el espacio entre su cuello y su clavícula, agarrándose a su torso como lo haría un bebé al pecho de su madre, empapando la camiseta como el chorro de un aspersor.
Espera. Hay una cosa más que casi se me olvida: No se sabe como ni por qué, pero “El Cerdo Sudoroso” siempre acaba en tetas.
“El Cerdo Sudoroso” siempre acaba desnudo de cintura para arriba, siempre terminas rozándote con él en el contraataque. Y siempre acaba teniendo él la bola en el poste bajo, dejándote con dos opciones igualmente poco apetecibles: a) sepárate y le dejas un tiro fácil; b) defiéndele con el cuerpo, y te verás recubierto por un líquido pegajoso y salado. Una sustancia a todas luces sobrenatural que recuerda más bien a los ectoplasmas que salían en la película "Cazafantasmas". Mala cosa si le dejas libre el camino a la canasta, pero peor si acabas babeado por intentar pararle.
Extraído del "Instituto Super-Científico Gatorade Para El Estudio De Tíos Cachas En Cintas De Correr Con Electrodos Adheridos A Sus Abdominales-Como-Tabletas-De-Chocolate": las secreciones del “Cerdo Sudoroso” no están en ti. Prácticamente te penetran. De hecho, es casi imposible jugar con “El Cerdo Sudoroso” y no sentirse física o emocionalmente violado -con la extrema necesidad de darte una ducha y confesarte, como si te hubieran obligado a ver treinta maratones seguidas-.
No olvidéis que “El Cerdo Sudoroso” no tiene ni idea de lo asqueroso que es (si la tuviera, se traería un par de camisetas más, una toalla, y limpiaría la maldita bola de vez en cuando).
El Baloncesto es un deporte físico, de contacto. “El Cerdo Sudoroso” nos recuerda que hay jugadores que convierten ese contacto en algo pegajoso, húmedo y desagradable.
Especie: Liebrecillus Energeticus.
Comportamiento Característico: Movimiento perpetuo.
Marcas Distintivas: Pantalones de atletismo, zapatillas de correr, piernas depiladas.
Enemigos Naturales: Literalmente, tener poco corazón. Y pulmones. Y espinillas. Y lumbares. Y...
Grito de Apareamiento: "Venga vamos, una última carrerita"
El “Marathon Man” no se para. Nunca. Ni para recuperar el resuello, ni para ajustarse los pantalones, ni siquiera para echarse un trago de agua fresca.
El “Marathon Man” corre, y luego sigue corriendo un rato más, porque correr es lo que él hace. Es lo que él es. Porque si un “Marathon Man” no está corriendo una maratón -o un triatlón, o una prueba ciclista, o cruzando a nado el Canal de
Lo cual significa que el tío está en buena forma. En terrorífica forma. En mejor forma que tú, en mejor forma que cualquier otro jugador en la cancha.
Y amigo, eso se nota. El “Marathon Man” es el que antes ha bajado a defender, el primero en correr el contraataque, el que siempre va a todos los rebotes, salta para interceptar pases, se tira al suelo a por las bolas sueltas y aparece desde no se sabe donde para todos los palmeos. Y todo esto es genial -genial si está en tu equipo. Pero no tan genial si tienes que defenderle-.
Porque si te ha tocado defenderle, también te ha tocado correr a ti. Arriba y abajo, de zona a zona. Sin descanso. La habilidad baloncestística es irrelevante, mientras que la supervivencia cardiovascular se vuelve fundamental. Después de cinco minutos, estás jadeando; después de 10, tus pulmones parecen del tamaño de almendras; tras 20, te estás cuestionando todas y cada una de las cervezas que te has metido en los últimos 5 años, cada minuto que has caminado en vez de haber rodado en una bicicleta estática, cada minuto que has estado durmiendo en vez de pasarlo entrenando en una instalación de alta montaña.
Y mientras tanto, el “Marathon Man” está fresco como una rosa, sonriendo, con la actitud del que estuviera tomándose una copa mientras agita descuidadamente una sombrilla de cóctel. Él también suda, claro, pero sólo lo justo para tener un bonito y saludable brillo en su piel.
Parece producir energía exclusivamente mediante fotosíntesis, y tú deberías tener el corazón lleno de odio y envidia... siempre y cuando pudieras hacer que dejase de latir como un solo de batería de death metal.
Perseguir al “Marathon Man” es como perseguir al Correcaminos, quitando los barrancos y los yunques que caen. Cuando acaba el partido te derribaría un soplo de aire. Y también a tus rodillas, te tambaleas, boqueas intentando coger aire; y estás demasiado exhausto como para vomitar y/o sentarte, porque sentarse implicaría levantarse después, lo cual es demasiado cansado como para ni siquiera considerarlo. Y de todas maneras, ¿no cayó muerto el mensajero griego Phidippides tras correr la primera maratón de
El Entrenador En
Especie: Gritonus Irritatus.
Comportamiento Característico: Señalar con el dedo. Mover los labios.
Marcas Distintivas: La clara expresión de "sí, sí, lo que tu digas, pesao" en la cara de su compañero de equipo más cercano.
Enemigos Naturales: Cuando fallas al ejecutar correctamente un bloqueo y tiro directo; tu equivocada insistencia en ir hacia la canasta en una transición, aunque NO TUVIERAS COMPAÑEROS APOYANDOTE; tu torpeza general en reconocer cuando “El Entrenador En
Grito de Apareamiento: "¡Al poste! ¡Avisad de los cortes! ¡Aclarado! ¡Aclarado!"
Dejando a un lado el enormemente inferior nivel de talento, una pachanga normal no es tan diferente de
Pero no le digas eso al “Entrenador En
Bota-bota-y-bota la bola, meneando la otra mano como lo haría un marino que dirige el tráfico de los cazas en la cubierta de un portaaviones, “El Entrenador En
Es Bobby Knight sin el silbato, Phil Jackson sin el incienso, Lawrence Franck sin el video del partido, Doc Rivers sin tener ni **** idea.
Oh, y cuando las cosas se ponen feas o atropelladas -ya sabéis, algo que a veces pasa en las pachangas, un correcalles donde cada jugador se hace su propia jugada, ya que no han entrenado ni una sola vez como equipo- siempre es culpa tuya, normalmente porque no has ROTADO. De hecho, junto con APOYAR EL CONTRAATAQUE, el “Entrenador En
Especie: Homo Peligrosus.
Comportamiento Característico: ¡Hulk machaca!
Marcas Distintivas: Pantalones de entrenamiento de fútbol americano, ausencia de cuello perceptible, pectorales marcados derivados de serias sesiones de press de banca.
Enemigos Naturales: Las mandíbulas, narices y pómulos que se encuentren dentro de un radio de unos
Grito de Apareamiento: “Hey, ¿estás bien?”
Hecho: No puedo doblar mi muñeca hacia atrás en un ángulo superior a 75 grados. Y de vez en cuando -normalmente cuando llueve- la articulación se expande hasta tener el tamaño de una pelota de tenis.
¿La razón? En
Vale, los tíos no eran de
Da igual. Al ir a hacer una bandeja que sería rutinaria en cualquier otro partido, fui placado en pleno vuelo por un “linebacker” que debía pensarse que iba a coger un pase cruzado en carrera. Mientras caía directamente de cara contra el soporte de la canasta, extendí mi brazo derecho, con la palma hacia afuera intentando proteger mi cabeza. “Ouch”
(En realidad, no estoy seguro qué hizo más daño a mi muñeca: el impacto, o el mismo “linebacker” cogiéndola y tirando de ella para ayudar a levantarme).
Esto es lo que pasa con “El Que No Controla Su Propia Fuerza”: No tiene mala intención. Es un deportista noble. Siempre te intentará ayudar -claro, después que agache los hombros y te derribe como harían los GEO para tirar una puerta abajo usando un ariete.
Enérgico, entusiasta y patoso como un cachorrito, sencillamente no es consciente de su potencial para causar severos destrozos físicos. Probablemente juega al fútbol americano, posiblemente de fullback.
Es normalmente grandote, pero no siempre tiene que serlo. La fuerza y la actitud son mas importantes -sobre todo esta última, que suele tender a una generosa inconsciencia de sus propios actos-.
“El Que No Controla Su Propia Fuerza” corre a tope, golpea duro, persigue y derriba de una manera implacable. Nada importa. No se da cuenta que el asfalto no es hierba, que nadie lleva protecciones, que si alguien esta adornándose, el preferiría estar medio borracho jugando la liga de rugby del bar de la esquina.
Tan solo se lo pasa bien, en su propia, inconsciente y destructiva manera de hacerlo.
Si el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, el camino a Sentarse-En-La-Sala-De-Espera-De-Urgencias-Un-Sábado-Por-La-Tarde-Con-Una-Bolsa-De-Hielo-Sobre-Tu-Nariz-Que-Parece-La-De-Steve-Nash está pavimentado con las buenas intenciones de “El Que No Controla Su Propia Fuerza”. Quien, bendito sea, fue tan majo que te llevó en su coche al hospital.
¿Y tú con cuál te identificas? Jajaja
Vamos a reírnos
Espero que se rían un rato con las cosas que se colgarán aquí y así sacarles una carcajada, que la vida son 3 días y 2 se pasan jugando al basket jaja.
25 feb 2008
Asistencias: el arma de un buen base
Prototipo clásico: Jugadores con la clara misión de controlar el juego, repartir la mayor cantidad de asistencias y colaborar en la debida construcción del juego. Suelen ser los bases que menos arriesgan en ataque, pero tienen la capacidad innata de hacer mejores a sus compañeros y tener como obetivo primordial el bien del equipo, antes del bien propio. Un claro ejemplo de este tipo de jugador en la NBA es John Stockton; en Europa estaría el caso del español Juan Antonio Corbalán.

Prototipo de base completo: Son aquellos bases capaces de controlar otros aspectos del juego además del pase. Magic Johnson y Oscar Robertson son ejemplos claro de este tipo de bases, capaces en una mismo partido de anotar más de 20 puntos, recojer 10 rebotes y dar otras 10 asistencias. Tienen la calidad suficiente para anotar como un escolta, repartir asistencias como el mismísimo Bob Cousy, además de rebotear como el mejor pívot. Magic y Robertson, fueron de los pocos jugadores que siendo bases, eran las estrellas de sus equipos y hacían que gran parte del juego girara en torno a ellos. Un caso actual de base completo es Jason Kidd, todo un especialista en triples-dobles, digno sucesor de Oscar Robertson o el griego Dimitris Diamantidis.

Prototipo espectáculo: Aquí entran todos estos bases, especialistas en dar espéctaculo en la cancha. Priman antes que nada el juego en equipo, aunque a veces tienden a jugarse más bolas de las que deben. Son arriesgados, emotivos, frescos y originales, destacando especialmente en las asistencias imposibles. Parecen sacados directamente de una cancha de streetball y muchas veces se agradece que haya jugadores así, que rompan con la monotonía del juego ordenado. Es característico de ellos también, un gran dominio del balón y un físico bastante desgarbado. Su gran problema es la falta de fundamentos técnico-tácticos. Actualmente, en forma, apenas quedan vestigios de estos jugadores. Quizás Delonte West, Sergio Rodríguez o Nate Robinson se ajusten a este estilo. Ya quedan atrás los grandes tiempos de Rafer Alston, Mike Bibby y sobretodo de Jason Williams, el mayor crack en este género en los últimos años.

Bases anotadores: Son bases con alma de escolta, juegan de point guard, pero pocas aptitudes tienen para la creación y distribución de juego, ya que básicamente lo que les gusta es tirar y anotar, o sea, acaparar toda la bola posible. Muchas veces son un lastre para el equipo, mientras en otras son los salvadores en situaciones complicadas. En la mayoría de los casos son reposicionados a la posición de escolta con los años, ya que ahí rinden mejor. Numerosos son los jugadores de este tipo, destacando principalmente Gilbert Arenas en la NBA o Jaka Lakovic en Europa. No hay que olvidarse de Allen Iverson, ya reposicionado al puesto de escolta y probablemente el mejor ejemplo de este tipo de jugador que ha habido nunca.

Otros casos: Aquí entran jugadores no bases, pero con capacidades increíbles para el pase. Yo me quedo especialmente con dos pívots europeos, el lituano Arvydas Sabonis y el serbio Vlade Divac, dos impresionantes jugadores con físicos bastante limitados, que desarrollaron una visión de juego que sorprendía a todos los rivales. Ya se dedicará más tiempo a describir a estos dos portentos del baloncesto.

Video:
22ª jornada ACB (23 y 24 de Febrero)
MMT Estudiantes 93 - TAU Cerámica 89 ACBtv
Grupo Capitol Valladolid 90 - Ricoh Manresa 87 ACBtv
Akasvayu Girona 80 - Polaris World Murcia 66 ACBtv
Cajasol 75 - iurbentia Bilbao Basket 72 ACBtv
CB Granada 84 - Real Madrid 93 ACBtv
Vivemenorca 86 - Unicaja Málaga 80 ACBtv
Alta Gestión Fuenlabrada 77 - AXA Barcelona 69 ACBtv
DKV Joventut 94 - Grupo Begar León 75 ACBtv
Kalise Gran Canaria 80 - Pamesa Valencia 84 ACBtv
MVP de la jornada: Marc Gasol (Akasvayu Girona) --> ACBtv
¡Top 5 de la jornada! --> ACBtv
Bonus de las mejores jugadas --> ACBtv
Clasificación:

Rudy Fernández, un mes perfecto --> ACBtv
El bloqueo directo --> ACBtv
Las mejores imágenes del mes de febrero --> ACBtv
24 feb 2008
Genios

La foto de hoy, inmortaliza a dos de los más grandes jugadores que ha dado la NBA. Magic Johnson, probablemente el mejor base de la historia, sin ofender a Oscar Robertson, y Larry Bird uno de los aleros más completos que se haya visto jamás. La foto corresponde a algun partido de la década de los 80, época en que tanto los Boston Celtics y Los Angeles Lakers rivalizaron hasta extremos increíbles, forjando desde ahí una rivalidad recordada por los amantes del baloncesto como uno de los momentos mas atractivos en la NBA. Ambas franquicias se repartieron la mayoría de trofeos de dicha década, gracias en mayor parte a la colaboración indispensable de sus dos estrellas en todos los aspectos (anotación, liderazgo...). Larry Bird ganó los anillos de 1981, 1984 y 1986, mientras Magic dominó con su equipo las temporadas de 1980, 1982, 1985, 1987 y 1988, por lo que se pueden imaginar la terrible lucha que mantuvieron ambas franquicias por seguir acaparando trofeos. Sólo dos elementos pudieron parar, la mano de hierro con la que gobernaban Magic Johnson y Larry Bird, y esos fueron los Bad Boys de Detroit de Isiah Thomas y un tal Michael Jordan, aunque eso es ya otra historia. En definitiva y para concluir, ésta foto nos recuerda como a veces, cualquier hecho pasado fue mejor y en este caso se cumple. Privilegiados fueron aquellos que pudieron ver en acción a estos genios, verlos luchar, como en esta instantánea, por la posición para cojer el rebote, etc. Este artículo simplemente va enfocado a recordar a quienes, como éstos, marcaron un estilo y forjaron una forma diferente de ver el baloncesto convirtiéndose primero en leyendas de la NBA y de sus respectivas franquicias y después en ídolos y ejemplos a seguir e imitar de muchos aficionados del buen baloncesto.
23 feb 2008
Tapones
21 feb 2008
Reggie Miller: tiempo de killer

Hoy toca hablar, de uno de los mayores tiradores que ha dado el baloncesto NBA en su historia. Me refiero a Reggie Miller, conocido en el mundo baloncestístico con los sobrenombres de "Miller time" o "The Knick killer". Nacido en Riverside, California paso toda su etapa formativa-deportiva en dicho estado. Reclutado por la Universidad de California (UCLA), se convirtió allí en toda una leyenda, liderando a los "bruins" a sus primeros títulos. Tras un espectacular paso por la NCAA promediando 25 y 22 puntos por partidos en las dos últimas temporadas. Finalmene Miller fue elegido en el puesto 11 del draft de 1987 por la que sería su casa de toda la vida, los Indiana Pacers. A primera vista, Reggie infundía una imagen un poco desacertada de lo que en verdad era. Un jugador alto, delgaducho, espigado, brazos muy finos y largos y una sensación de debilidad física acusada, algo que se olvidaba rápidamente al verlo en acción en la cancha, con una seguridad, un temple y una bravura digna del mayor portento que se haya visto. Durante 18 temporadas defendió y lideró la camisa amarilla de los Pacers, convirtiéndose en el mayor ídolo que jamás paso por el Conseco Fieldhouse. Gracias a su llegada, la franquicia de Indiana volvía por sus fueros y entraba en play-off las temporadas 1989/1990,1990/1991, y sobretodo y especialmente recordadas las de 1993/1994 y 1994/1995 llegando en esta última a la final de conferencia y convirtiendo a Miller en una estrella NBA más que consagrada. Indiana volvió a dos finales más de conferencia en los play off de 1998 y 1999 en los que volvió a perder de forma ajustada hasta que en la temporada 1999/2000 los Pacers llegan a las finales NBA contra los Lakers del dúo de Bryant-O´Neill, pero los 24 puntos por partido de Reggie en dicha serie no le valieron para ganar el anillo y perdieron en el sexto partido.
Palmarés:
5 veces all-star, Medalla de oro olímpica (1996), Medalla de oro campeonato del mundo (1994), camiseta retirada por Indiana Pacers, forma parde del salón de la fama de UCLA, aspirante a entrar en el grupo de mejores jugadores dela historia de la NBA, marca de mayor cantidad de triples anotados en NBA con 2560...
20 feb 2008
Una foto para la historia

Sin duda, para muchos aficionados al baloncesto, en especial a la NBA, admirar esta foto es como teletransportase a uno de las mejores épocas baloncestísticamente hablando. Corresponde al año 1998, momento en que se prendía uno de los mayores pulsos de la década de los 90 en la NBA. Hablamos de la final NBA entre Utah Jazz y Chicago Bulls, concretamente del sexto partido. Utah venía de colocar un 2-3 en la eliminatoria, lo que le daba esperanzas de conseguir el ansiado anillo, que siempre mereció la entidad de Salt Lake City. Fue un enorme partido, con unos Jazz magistralmente liderados por la sempiterna pareja John Stockton-Karl Malone contra el tremendo arsenal de los Bulls, entre los que destacaban Scottie Pippen, Ron Harper, Toni Kukoc, Dennis Rodman y como no, Michael Jordan, protagonista principal del partido y de la foto que estoy presentando. La foto en sí, representa la última jugada del partido, con los Bulls un punto abajo a falta de unos 28 segundos aproximadamente. Anteriormente el propio Jordan robaba el balón a Karl Malone y disponía de esos segundos para elaborar una jugada, ganar el partido y conseguir lo que sería su sexto y último anillo NBA. Justo después de dicho robo, Michael Jordan mantiene la pelota dejando consumir segundos delante del que fue su defensor durante todo el partido, Bryon Russell, hasta que ejecuta una media penetración con parada y finta dejando casi sentado a Russell, la cual culmina con un gran tiro en suspensión que clava para desazón de los aficionados de los Jazz, en aquel ya mítico partido en el Delta Center de Salk Lake City. Esta canasta demostraba la capacidad innata de Jordan de matar un partido cuando quería, guiar a su equipo a la victoria en condiciones adversas como ocurrió aquel día (presión ambiental y marcador adverso) y enseñar a todos que no había defensor que lo parase. Sin duda, esta foto es reconocida como la última gran hazaña del de Carolina del Norte, su último anillo y su última imagen como jugador de los Bulls, ya que posteriormente declaraba una retirada que finalmente no cumplió.
Perugia '93. Oro para la selección femenina
Nunca antes el baloncesto nacional había subido a lo más alto del podio. Tendrían que pasar aún seis años para que los equipos juniors (chicos y chicas) volvieran a repetir la historia. Aunque, eso sí, en categoría senior, siguen siendo las únicas.

Allí se dieron cita las mejores del continente: la húngara Boksay, la francesa Santanello, la italiana Fullin, la polaca Dydek... Por encima de todas ellas brilló la española Blanca Ares, la gran estrella de la selección y del campeonato. En la final ante Francia dio una auténtica exhibición, llegando a los 24 puntos y volviendo locas a las rivales, lo que hizo que fuera en 19 ocasiones a la línea de tiros libres. Lideró al equipo español a una remontada después de ir perdiendo en el descanso. Una segunda parte de ensueño -en la que se pasó de un 27-30 a un 63 a 53- dio a la selección y de paso al baloncesto español, un campeonato de Europa que conmocionó a España entera.
De las doce de oro, cuatro siguen en activo dictando clases y haciendo crecer a las jóvenes y pujantes generaciones. Son Pilar Valero, Mar Xantal, Betty Cenbrián y Marina Ferragut. Estas dos últimas han formado parte del equipo español que participó en los JJOO de Atenas y Betty es la baloncestista que más veces ha vestido la camiseta de la selección española, incluidos los chicos. Gracias a ellas, muchas chicas se aficionaron al baloncesto en nuestro país. Y seguimos recogiendo frutos en un panorama cada vez más amplio, cada vez mejor. En Perugia estuvo el principio de casi todo...
Paco Torres
GIGANTES DEL BASKET
19 feb 2008
Encuesta: ¿Cuál es tu equipo ACB?
No dejes de votar.